martes, 20 de diciembre de 2011

SAN CRISTÓBAL DE LA HABANA, SIGLO XVII. LAS IGLESIAS Y CONVENTOS.


Versión del Guión Radial de  Isabelita Herrera

Todos los cubanos, habaneros o no, paseamos o simplemente caminamos por las calles de la ciudad y miramos las edificaciones,  las calles, sin embargo pocas veces las vemos. Sí, porque ver lleva implícito saber, conocer desde cuándo, cómo y por qué un edificio, una casa, un templo está en ese lugar. Acompáñame, te invito a un acercamiento a la historia de las iglesias y conventos que se construyeron en La Habana del siglo XVII.

En el segundo siglo de la colonización española, las construcciones de carácter religioso se multiplicaron en La Habana. La Villa fue,  en el siglo XVII, testigo de la construcción de numerosas iglesias y conventos, las califico de numerosas teniendo en cuenta la cifra de habitantes permanentes y transitorios que residían en la  naciente ciudad por aquellos tiempos.  

En la esquina de las calles Cuba y Acosta, se situó la segunda de las parroquias de La Habana. Prueba de ello es el acta del Cabildo del primero de julio de 1632, donde dice que el Prior General, Simón Fernández Leyton, solicitó solares para que fuera posible finalizar la obra  de la ermita del Espíritu Santo.  Como reseña José Martín Félix de Arrate fue erigida en 1638,  era pequeña y pobre, tenía una sola nave de 9,20 metros de ancho por 43 de largo. La capilla mayor de esta iglesia, fue construida bajo la supervisión y mandato del obispo Jerónimo Valdés entre 1706 y 1729 con su techo de bóvedas de piedra y bajo ella, una cripta para enterramientos. La torre era de tres pisos, cada uno levemente más bajo que el anterior. De forma casual en esta Iglesia se encontró en el año 1936 la bóveda con los restos del Obispo Valdés. 

Otra es la historia de la Iglesia del Santo Cristo del Buen Viaje. Cuando se construyó la plaza que hoy todos conocemos como Plaza del Cristo, en 1640, también se construyó en este sitio la ermita del Humilladero, que sustituyó a la construida en el siglo anterior en el barrio de Campeche. Su única nave era rectangular con techo de alfarjes y su fachada principal estaba orientada hacia el este. Con posterioridad el obispo Lazo de la Vega mandó a construir una capilla mayor y las colaterales, pero no pudo concluirlas, el  trabajo lo continuó su sucesor Morell de Santa Cruz,  quien dio conclusión a la obra de las tres capillas.

La fachada de la Iglesia del Santo Cristo del Buen Viaje tiene dos torres, cuya cualidad principal es la sencillez, sus exteriores están trazados con recuadros humildes. En 1932 los padres Agustinos encargaron su  ampliación a los arquitectos Morales y Compañía, éstos le añadieron una nave en sendos laterales de la ya existente.

La Iglesia del Santo Angel Custodio es bien conocida por todos os cubanos. Sí, ella fue el escenario del desenlace trágico de la novela de Cirilo Villaverde, “Cecilia Valdés”. Este templo se levanta sobre el cerro, que en La Habana todos llamaban "Peña Pobre", debido a la precaria situación económica de las familias de negros y mulatos libres que allí se asentaron;  fue conocida más tarde como  Loma del Ángel. La iglesia se construyó según refiere José Martín Félix de Arrate en 1690, cuando era  obispo de la Villa, Diego Evelino de Compostela. Después de terminada la obra,  se le añadieron dos naves de bóvedas laterales. Pero como nuestra islita está en el camino de los huracanes, quiso la mala suerte que el famoso huracán que azotó La Habana en 1846, tropezara con la Iglesia del Santo Angel Custodio y   destruyera la torre, todo el frente y el fondo de la nave principal,  que se reparó por esa época sin que esta reparación le hiciera perder  su carácter colonial. En 1870 el obispo Jacinto María Martínez emprendió la reconstrucción de todo el exterior con considerables modificaciones, es en este momento que adquiere  una forma gótica y según la apreciación de Joaquín Weiss, un tanto parca.

Quiero recordarte que en la iglesia del Santo Angel Custodio fueron bautizados el filósofo y sacerdote Félix Varela y el Héroe Nacional de Cuba,  José Martí;  y como ya te dije,  forma parte del escenario de la novela "Cecilia Valdés o la Loma del Ángel" del escritor cubano Cirilo Villaverde, y en su memoria se instaló en su parte delantera,  un busto del escritor que lleva la firma del escultor Fidalgo. 

Singular es la historia del Hospital e Iglesia de San Francisco de Paula.  Este hospital, con una iglesia contigua, fue el segundo con que contó La Habana y agradeció su establecimiento a Don Nicolás Estévez Borges, Deán de la Santa Iglesia de Cuba, quiero que conozcas que Deán es el Decano  que preside las reuniones de eclesiásticos en las catedrales. El Deán  Don Nicolás Estévez Borges, fue quien, en julio de 1665, requirió del Cabildo cuatro solares a cambio de otros cuatro, donde se construiría el hospital.

La primera piedra del Hospital e Iglesia de San Francisco de Paula se plantó el 27 de febrero de 1668. Esta construcción se realizó con el apoyo del obispo Juan Santos Matías y los aportes económicos del vecindario, estaba en el lugar donde antes  estuvo la ermita del Humilladero, en el barrio de Campeche, que ya te he mencionado. La primera iglesia de  San Francisco de Paula tenía muros de tapias, declives y techo de tablas y, como ya había sucedido con otras obras, quedó destruida después del violento huracán del 26 de septiembre de 1730.

La Iglesia de San Francisco de Paula, se reconstruyó con trazado de cruz latina, naves cubiertas con bóvedas de cañón y una pequeña cúpula en el crucero, la construcción concluyó en el año 1745.  A fines del siglo XVIII,  se amplió el Hospital bajo el auspicio de la esposa del Conde de Santa Clara, gobernador de la Isla.

Tiempo después, el Patronato que atendía el hospital de San Francisco de Paula,  vendió sus terrenos a los Ferrocarriles Unidos de La Habana, quienes  utilizaron ambos locales, Iglesia y Hospital,  como almacén. En el año 1937, la empresa ferrocarrilera decidió demoler la iglesia y el hospital, pero gracias a la decidida acción de la Junta Nacional de Arqueología, asombrosamente  se consiguió que sólo se derribara el hospital y no se tocara la iglesia,  que fue declarada Monumento Nacional.

Un convento habanero del siglo XVII,  que con el tiempo se haría famoso y, no precisamente por su actividad religiosa,  es el Convento de Santa Clara de Asís. Este Convento ocupaba cuatro manzanas de terreno entre las calles Cuba, Habana, Sol y Luz y fue el primer claustro de monjas que se fundó en la Villa de San Cristóbal de La Habana. La solicitud de establecerlo fue iniciativa del gobernador  Don Pedro de Valdés,  quien convocó a campanadas  a la población el día 6 de abril de 1603, con la finalidad de celebrar cabildo abierto, allí,  entre otras cosas,  habló de la existencia de numerosos vecinos cargados de hijas, que por no encontrar a personas apropiadas con quien casarlas, quedaban, según las palabras de Don Pedro de Valdés,  “en  manifiesto peligro de perder sus honras y buena reputación”,  lo que, según él,  se evitaría si entraran a servir a Dios, por eso interrogó a los vecinos acerca de su  disposición a contribuir a la obra y además indagó a propósito de cuántas jóvenes tomarían el hábito. Todo esto se le notificó al Rey como argumento en la solicitud su ayuda acostumbrada. Aquí no me queda más remedio que preguntarme: ¿Estaría Don Pedro de Valdés tan interesado en cuidar la honra de las muchachas solteras o estaba deslumbrado por el brillo del oro de las dotes que entregaban las chicas al entrar en el claustro y de la que tal vez le tocaría una parte? No poseo la respuesta, pero sería un interesante tema de investigación.

El asunto de la construcción del  Convento de Santa Clara de Asís se mantuvo durante mucho tiempo en requerimientos al Monarca español, Cabildos abiertos para nuevas solicitudes, búsqueda de patrocinadores para que abogaran ante la Corona y otras dilaciones,  así transcurrieron 29 años, hasta que el 20 de diciembre de 1632 una Cédula Real informaba que se había examinado en un Consejo de las Indias, ¡Al fin!:  el Rey había tenido a bien dar permiso a la ciudad  de La Habana para que se fundara en ella un convento de monjas. ! Y después dicen que ahora se demoran las construcciones! ¿Quién se iba a imaginar que esa mala costumbre venía de tan lejos en el tiempo? Pero no todo fue “coser y cantar”, el Rey de las Españas  ponía algunas condiciones en cuanto a la contribución que darían los vecinos y también –vuelve a parecer el asunto-  las dotes de las futuras monjas, requerimientos que,  según parece,  no fueron fáciles de cumplir, pues la primera piedra de la obra,  no se colocó hasta el 29 de octubre de 1638, seis años después,  y su iglesia se abrió al culto a un lustro de distancia, en  1643. En total habían transcurrido 40 años desde que Don Pedro de Valdés lanzara la idea. La dote que se estableció para entrar las monjas al Convento era de dos mil ducados. ¡Toda una fortuna!

El Convento de Santa Clara de Asís, contaba con tres claustros, el principal y el segundo estaban en la parte baja sostenidos por columnas de sillería y en la alta de madera, el tercer claustro era de madera. En el ángulo de las calles Cuba y Sol estaba la iglesia, que era de una nave con la misma altura de los dos claustros, unas doce varas de ancho y cuarenta y cuatro de largo, según las mediciones de entonces. La torre de tres cuerpos y cubierta piramidal, intercalada entre la Iglesia y el Convento fue hecha por el maestro Pedro Hernández de Santiago a principios del siglo XVII. El convento tenía rejas, balaustradas, escaleras y techos de madera y en la planta alta estaba cubierto de tejas.

Pero hay más acerca del Convento de Santa Clara de Asís: En 1922 las monjas de este claustro fueron trasladadas para otro lugar de la ciudad. Entonces el Monasterio se vendió en un millón de pesos a particulares y al año siguiente fue adquirido por el Estado que pagó por él dos millones, con esta compra el gobierno pretendía instalar en el lugar  la Secretaría de Obras Públicas. El hecho provocó innumerables protestas de la prensa y la opinión pública, por el manifiesto latrocinio que implicó la operación, es cuando ocurre lo que en la historia cubana  se conoce como La Protesta de los Trece.


Pero el de Santa Clara de Asís no fue el único convento habanero, el de Santa Catalina de Siena, cuya historia tiene características singulares: Fue el segundo Convento fundado en La Habana y ocupaba las dos manzanas comprendidas entre O'Reilly, Empedrado, Aguacate y Compostela. Sucedió que tres de las hijas del rico almacenista de víveres Juan de Aréchaga: Francisca, Ana y Teresa, quisieron pasar a la vida monástica y como no había  capacidad en el Convento de  Santa Clara, se dirigieron a la Corona en el año 1679, con la solicitud de  fundar un Convento. El permiso para su fundación fue concedido rápidamente, la rapidez se debió a que los fondos para su construcción estaban asegurados, pues se trataba de una donación de la familia Aréchaga. En el Cabildo del 31 de octubre de 1680 se dio lectura a la Real Orden del 29 de mayo, donde el Rey pedía que se le informara acerca de lo  necesario para fundar el Convento, que albergaría a las tres hermanas y a quince religiosas más.

El 20 de abril de 1686, el Rey autorizó a que se fundara de inmediato el Convento de Santa Catalina de Siena en la propia casa de Francisca, Ana y Teresa Aréchaga, allí esperarían  la conclusión de  las obras del Monasterio. El Convento quedó terminado el 29 de abril de 1688. Con posterioridad siguió agrandándose con sucesivos donativos de los hermanos Aréchaga.

Documentos de la época recogen que en el Cabildo del 10 de octubre de 1721, se analizó una solicitud para cerrar la calle intermedia entre las dos manzanas que ocupaba el Convento, este reclamo fue presentado por la priora del monasterio de Santa Catalina de Siena y fue concedido con prontitud. En la esquina de O'Reilly y Compostela se levantó la iglesia, de una nave orientada de este a oeste, que según se medía en esos tiempos,  tenía 12 varas de ancho por 41 de profundidad, la obra estuvo terminada en el año 1700. La torre de la Iglesia estaba en la misma esquina y era de tres cuerpos. El Convento tenía un solo claustro de dos plantas, ambas de postes de madera similares a los del Convento de Santa Clara. Cuando las monjas se trasladaron a otro establecimiento en el año 1918,  se demolió el convento, se abrió la calle San Juan de Dios y se construyeron dos importantes edificios, el del Nacional City Bank of New York y de la Metropolitana. En la actualidad todavía puede verse allí el edifico del Banco.

Las Iglesias y Conventos a los que te he acercado con este trabajo no son las únicas que se construyeron en el siglo XVII cubano, hubo más,  de ellas que te contaré en otra oportunidad.

FUENTES CONSULTADAS:

Lic. Juan de las Cuevas Toraya. 500 Años de Construcciones en Cuba.
Arrate, José Martín Félix de. « Llave del Nuevo Mundo, Antemural de las Indias Occidentales”
Weiss Sánchez, Joaquín. La arquitectura colonial cubana; siglos XVI y XVII.
Wright, Irene Aloha.  Historia documentada de San Cristóbal de La Habana durante la primera mitad del siglo XVII.
Bens Arrarte, José María — Apuntes de La Habana del siglo XVII. Revista Arquitectura. La Habana, no. 150, enero 1946, pp. 17-21.
— La Habana del siglo XVII. Revista Arquitectura. La Habana, no. 152, marzo 1946, pp. 74-78.

EL MISTERIO DEL BERGANTIN MARY CELESTE


Hay personas que no pueden resistirse a los misterios, entre ellas me incluyo, sí,  porque cada misterio es un reto a la inteligencia y hay retos a los que no puedes renunciar. Entonces indagas, buscas y aprendes mucho,  en ese bregar entre libros serios y especulaciones delirantes de quienes quieren explicar los misterios a cualquier precio; sin embargo lo lees todo, bebes  de la fuente de la historia y las especulaciones hasta que te formas tu historia o tu leyenda, interpretas lo investigado y surgen nuevas y numerosas preguntas que quizás puedas responder o tal vez no, pero por el camino enriqueciste tus conocimientos y alimentaste tu imaginación, eso es invaluable.   El relato de la desaparición del Bergantín Marie Celeste, es uno de esos misterios irresistibles. Este buque, un bergantín de 31 metros de eslora y 282 toneladas de peso. Fue construido en 1861 y bautizado inicialmente con el nombre de Amazon en la Isla Spencer, en Nueva Escocia, Canadá. Algunos pensaban que el navío tenía mala suerte debido a algunas desventuras que lo rondaban, por ejemplo, su primer capitán no alcanzó a dirigir el barco, ya que murió ahogado e igualmente sucedió con  el segundo,  durante el viaje inaugural. Sin embargo, después de su desafortunado comienzo, el bergantín tuvo varios años sin sobresaltos hasta que en 1867 quedó varado en tierra firme debido a una fuerte tormenta, en la bahía de Glace, Nueva Escocia. Fue rescatado y vendido a un estadounidense, quien le realizó modificaciones importantes y lo rebautizó como Marie Celeste en 1869.

Te quiero contar una de las tantísimas versiones que se narran acerca de la desaparición del bergantín Marie Celeste ocurrida en el mes de noviembre de 1872, después de salir del puerto de Nueva York. En este trabajo te acerco a una de las versiones de este hecho, pero antes quiero advertirte que es solo una versión,  una hipótesis en la que se suponen muchas cosas que no han sido comprobadas científicamente.

La tripulación del bergantín Dei Gratia, reunida en cubierta, observó el rumbo errático que llevaba el misterioso barco, al que un tiempo antes había visto emerger como una pequeña mancha blanca en el horizonte grisáceo. El capitán del Dei Gratia, David Reed Morehouse,   advirtió que el barco misterioso era, como el suyo, un bergantín sólidamente aparejado; pero éste sólo mantenía desplegadas dos velas; las otras aparecían hechas jirones o estaban recogidas.  Morenhouse no tardó en averiguar por qué ese barco no navegaba en línea recta y uniforme.  Cuando el Dei Gratia se acercó al barco misterioso, el capitán pudo comprobar que no habla nadie al timón, no aparecía nadie en la cubierta y, en general, no se observaban signos de vida. Morehouse hizo señales, pero nadie contestó desde ese velero fantasmal desconocido. Al acercarse al el barco desconocido,  el capitán del Dei Gratia ordenó que se bajara una lancha y que tres hombres lo abordaran; los tres marineros, cuando se hubieron aproximado al velero, gritaron: «!Ah del barco!... iAh del barco!».  Pero no obtuvieron respuesta.        

En la lancha se desplazaron hasta la popa del velero y leyeron el nombre que allí estaba pintado: Marie Celeste, Nueva York. La última vez que se había visto al Marie Celeste había sido un mes atrás, el 1 de noviembre de 1872, cuando el barco zarpó de Nueva York con rumbo Génova, portando una carga de 1700 barriles de alcohol metílico en bruto. A bordo estaban el capitán, Benjamin Spooner Briggs un severo puritano de 37 años, oriundo de Nueva Inglaterra,    y su primer oficial, Albert Richardson, que comandaban una tripulación compuesta por siete marineros. También viajaban a bordo Sarah, la esposa del capitán, y su pequeña hija de dos años, Sophie.  Briggs, un hombre barbudo, honesto y creyente, hacía su primer viaje en el Marie Celeste; anteriormente habla sido capitán de un barco y luego de una goleta; obtuvo su oportunidad de mandar el Marie Celeste cuando el consorcio dueño del navío le ofreció tener una participación, la tercera parte del velero que anteriormente ostentaba el nombre de The Amazon. El Marie Celeste zarpó del East River de Nueva York y puso proa hacia las Azores, que según el libro de a bordo fueron avistadas el 24 de noviembre. Soplaba una considerable galerna, algo que no era suficientemente serio como para preocupar a un capitán experimentado.


Diez días después de la última anotación que aparecía en el diario de navegación, el bote del Dei Gratia atracó a un costado del Mary Celeste. Los marineros Oliver Deveau y John Wright examinaron el barco, y no encontraron a nadie a bordo. En el camarote del capitán estaba el piano de la señora Briggs,  sobre el instrumento aparecía una partitura abierta.  En los camarotes de la tripulación, la escena era normal; la ropa lavada colgaba de una cuerda, donde la habían puesto a secar, y la ropa seca se apilaba sobre las literas en orden, tal como la hablan dejado. No encontraron el bote salvavidas, el sextante, el cronómetro ni la bitácora. El diario de navegación se encontraba en el cuarto del capitán, pero no señalaba nada relevante. Oliver Deveau y John Wright volvieron a su bergantín e informaron a Morehouse de sus descubrimientos. El capitán sugirió que tal vez el Marie Celeste hubiera sido abandonado por su tripulación durante una tormenta. Pero Deveau preguntó ¿Por qué, entonces, la botella con jarabe para la tos permaneció abierta sobre la mesa sin derramarse? ¿Y cómo no se rompieron los platos y los adornos encontrados en el camarote del capitán? Un motín, sugirió Morehouse; pero en el Marie Celeste no se encontraron indicios de que se hubiera producido una lucha; y además ¿no era improbable que los amotinados abandonaran el barco junto con sus víctimas? Quizá el barco había comenzado a hacer agua, Deveau admitió que en la bodega el agua subía casi a un metro y que en la cubierta yacía abandonada la vara de sondeo.

Después del encuentro con el bergantín abandonado, el capitán del Dei Gratia,  sólo podía utilizar a tres de sus siete tripulantes para conducir a  puerto al Marie Celeste. Eligió para esa tarea a Oliver Deveau y a los marineros Augustus Anderson y Charles Lund. En lo que constituye una proeza de habilidad náutica, los tres hombres consiguieron conducir al Mary Celeste, a lo largo de mil 100 kilómetros. Al llegar, las autoridades británicas de Gibraltar se hicieron cargo del Marie Celeste y ordenaron una investigación. Morenhouse, Deveau y sus hombres fueron sometidos a largos interrogatorios. La investigación comprobó que nueve barriles de alcohol estaban vacíos y que otro estaba abierto: ¿no se habría sublevado la tripulación mediante una borrachera? Deveau explicó pacientemente a la comisión  investigadora que bajo las cubiertas,  el barco estaba en perfecto orden. Pero el problema que más desconcertó a los investigadores lo constituyó el no encontrar respuestas convincentes para estas preguntas: ¿Cómo pudo el Marie Celeste mantener el rumbo, sin tripulación, durante diez días, a lo largo de 926 kilómetros?  Cuando el Dei Gratia se emparejó con el misterioso velero, Morenhouse navegaba rumbo a Gibraltar; el Marie Celeste estaba rumbo a estribor. Según la comisión, resultaba inconcebible que el Marie Celeste hubiera navegado un trayecto tan largo con el velamen tal corno lo encontró Morenhouse. Las autoridades de Gibraltar estaban seguras de que el bote salvavidas del Mary Celeste aparecería pronto, para dar respuesta a todas las preguntas. 

Cuarenta años después del hallazgo del Marie Celeste, en 1913, Howard Linford, director de un colegio de Hampsted, Londres, dio a conocer un manuscrito sorprendente que un antiguo empleado del colegio le había dejado en herencia. El empleado se llamaba Abel Fosdyk y en su juventud había realizado numerosos viajes en el Marie Celeste. En el documento que en su lecho de muerte entregó al director del colegio, revelaba que, aunque no quedó registrado oficialmente entre los pasajeros, había sido uno de los hombres que viajó en el Marie Celeste, de cuya tragedia era el único sobreviviente. En el manuscrito de dice que durante el viaje el capitán Briggs encontró a su pequeña hija jugando cerca del bauprés. Como no era muy seguro pidió al carpintero del barco que le hiciera una plataforma y ese era el origen de las misteriosas marcas que, ciertamente, fueron observadas en el Mary Celeste. Mas tarde debido a una discusión sobre la capacidad humana para nadar en el mar con ropa, el excéntrico capitán, en el calor de la discusión, saltó del barco al agua para probar su teoría. La pequeña tripulación se arrimó a la plataforma de la nena para una mejor visión del capitán, cuando la misma no soportó su peso y se cayeron al océano donde fueron devorados por los tiburones. Esta historia deja muchos lugares oscuros y es ciertamente increíble.

Te preguntarás ¿qué destino tuvo el Marie Celeste luego de su llegada a Gibraltar y de concluir la investigación? Cuando el tribunal de la comisión investigadora de Gibraltar dio por finalizada su labor, el Marie Celeste volvió a estar disponible pero los marineros se negaban a trabajar en ese barco,  creían que era un barco maldito. No obstante, la nave recuperada fue utilizada durante doce años por distintos propietarios. En enero de mil 885 el bergantín Marie Celeste fue cargado en exceso con chatarra, incluyendo botas y comida para gatos, por su capitán, quién intentó hundirlo para reclamar la póliza del seguro. Un día claro y con la mar en calma, el capitán puso proa hacia un arrecife de coral, donde el barco se hizo pedazos.  El intento de fraude fue descubierto y el capitán y los empresarios tuvieron que comparecer ante un tribunal. El plan no funcionó y una investigación por parte de la aseguradora reveló el fraude. Mientras tanto, el viejo casco de madera del Mary Celeste se pudría, invisible, en un remoto arrecife caribeño.

Pronto la tragedia del Marie Celeste halló eco en la literatura, el  novelista inglés Sir Arthur Conan Doyle escribió una historia de ficción sobre el asunto, la historia,  que levantó gran revuelo en su día, fue  juzgada como verídica por algunos periódicos. En la actualidad aún se sigue buscando una explicación para lo ocurrido. La teoría que los jueces declararon oficial, supone que, debido,  quizá a una fuga de gases del alcohol que se transportaba, el capitán pensó que una explosión o envenenamiento general iban a tener lugar, dando la orden de desalojar el barco inmediatamente.

Hay alguna otra teoría acerca de la tragedia del Marie Celeste, como la que sugiere que la tripulación se emborrachó con parte de la mercancía a bordo y que, enfurecidos, mataron al capitán Briggs, a su mujer y a su pequeña hija, para después huir en el bote salvavidas. Sin embargo esto resulta difícil de creer, ya que el consumo del alcohol metílico que portaban es mortal. Además, no se encontraron rastros de un posible motín, aparte de unas manchas rojas en cubierta, que más tarde se comprobaría que no era más que óxido. Otras versiones afirman que sí podía tratarse de sangre, pero posiblemente procedente del pescado que se usaba para cocinar. Algunas  explicaciones son quiméricas, como la que sostiene que toda la tripulación pereció por la acción de alguna monstruosa criatura marina, quizá un calamar gigante, o una criatura mítica como un kraken, o la que cuenta que una banda de piratas capturó pacíficamente a todos los tripulantes. Lo único sabido es que el capitán Briggs, su mujer, su hija Sofía de dos años y los siete marinos restantes, desaparecieron sin dejar rastro en la inmensidad del océano.

El 9 de agosto de dos mil uno, una expedición encabezada por un representante de la Agencia Nacional Marina y Submarina inglesa  y el productor canadiense John Davis anunciaron que habían hallado los restos del Mary Celeste en la costa de Gonaïves, Haití. El arqueólogo James P. Delgado confirmó la identificación de  los restos como los del Marie Celeste.

Fuentes:   Fletcher y Basett. Legens and Superstitions of the sea"
De Agostini, S.A. Navíos & Veleros.
Enciclopedia General del Mar " Ediciones Garriga.
Nigel Blundell Grandes Enigmas.
Diccionario Insólito.
Grandes Aventuras del Hombre

EL REY MAGO DE MI PADRE


Cambiando de Tema
                                                                          
                        
El Rey Mago de mi Padre
Versión del Guión Radial de  Isabelita Herrera

Quizás porque este hombre fue, en cierto modo, el Rey  Mago de mi padre,  ese niño pobre al que le regaló su primer y único juguete, Alfonso Hernández Catá,  es hace mucho tiempo, una figura especial  y querida para mí. Él lo describía, desde sus recuerdos infantiles,  como un hombre recto, elegante, educadísimo y sobre todo amable y cariñoso con él, sin llegar a extremos, pero haciéndole sentir que le importaba.  Aún si obviáramos al tremendo ser humano que era, este cubano, como él mismo se proclamaba,  fue un magnífico escritor y alcanzó sus más altos logros como cuentista. Hernández Catá vino al mundo el 24 de junio de mil 885 en Aldeávila de la Ribera, en Salamanca, España. Nació allí porque Ildefonso Hernández, su padre,  teniente Coronel del ejército español destacado en Santiago de Cuba,  quiso que su primer hijo varón naciera en la tierra de sus ancestros

Muchos años después  de su nacimiento Alfonso Hernández Catá acostumbraba a decir a periodistas e investigadores, un poco en broma, un poco en serio, que era santiaguero de nacimiento, pero lo cierto es que vino a Cuba poco después de nacer, y en la ciudad oriental vivó  su infancia y parte de su adolescencia. 

Ya Alfonso Hernández Catá entraba en su primera juventud, cuando  su madre, la cubana doña Emelina Catá,  lo envió a España  a estudiar en el Colegio Militar de Toledo, para seguir la huella paterna, pero allí no duraría mucho.  Él mismo contaría después que escapó un día y llegó a la capital española, donde daría un giro a su vida integrándose a la  “bohemia literaria” madrileña.  Buena parte de su obra la escribió en España ―y en otros lugares de Europa―, y sin embargo  es,  con mucho, un escritor cubano.  Al menos,  él mismo se preciaba de serlo.

En la iglesia madrileña de San José,  Alfonso Hernández Catá se casó con Mercedes Galt, entonces  vino para La Habana y aquí se estableció.  En La Habana,  escribió para El Diario de la Marina y La Discusión.  Ya  en  mil 907 ―en Madrid― había publicado Cuentos Pasionales, con bastante éxito de crítica y público.  Era ya el prestigioso escritor  Don Alfonso y andaba en los círculos literarios cubanos.  Entonces entró en la carrera consular, en mil 909,  y va a Le Havre,  y también  hacia otras ciudades europeas como   París, Birmingham, Santander...   En Madrid llega a ser cónsul de primera clase y años más tarde es embajador en varios países latinoamericanos. 

Muchos estudiosos de su vida han insistido en la obsesión de Hernández Catá por la Muerte, tema reiterado en sus obras y que exhibe su ex – libris: “apasionadamente hacia la muerte…”.  Al respecto un testimonio de Mariblanca Sabas Alomá plantea estas palabras de Hernández Catá: “Debe ser bello  morir bien lejos de la tierra,  en el aire o en el mar, pero, sobre todo, en el aire, y, mejor aún, en el aire sobre el mar.  ¡Los bohemios, los artistas y los poetas debiéramos morir en las capas celestes, cerca de un Dios en el cual casi nunca creemos, pero que nos suministra un bello pretexto para elevarnos hasta él!... Hay una página muy bella de d' Annunzio, que Berta Singerman interpreta magistralmente:   es "El vuelo del Ardea".  Morir en cama es una lata…"  Alfonso Hernández Catá muere, en Río de Janeiro,   en fatal accidente de aviación,  el 8 de noviembre de mil 940.  En el funeral, el famoso escritor y biógrafo austriaco Stephan Zweig despidió el duelo ante un numeroso grupo de intelectuales.

Alfonso Hernández Catá escribió casi toda su obra en el extranjero, eso es tan cierto,  como que en buena parte de su obra aparece la “preocupación cubana”.  Siempre se habla de sus novelas,  de su teatro y sus narraciones cortas, pero como cuentista alcanzó los brillos más altos en la literatura.  Su cuento “Mandé quinina”, uno de los más conocidos, dicen que tiene mucho de autobiográfico. Otro cuento que no puedo olvidar es “Don Cayetano el Informal”.   Algunos le reconocen influencia de “Clarín”, pero la mayoría de los estudiosos lo ven “técnicamente” más cerca de Kippling, Maupassant, Conrad o  Maugham.  Todos señalan la riqueza de su léxico, y el colorido y elegancia de sus imágenes.

De Alfonso Hernández Catá se ha dicho que “dentro de las letras de habla española  es uno de los que con mayor interés y cuidado ha trabajado sobre problemas psicopatológicos.  Se le atribuye una genuina prosa modernista.  El intelectual cubano Juan Marinello dijo que  “La Muerte Nueva” fue su mejor obra, otros afirmaron que en sus novelas se veía más al dramaturgo que al novelista.

La lista de su producción no es corta: Manicomio ―libro de cuentos―. En su novela erótica encontramos,  El Ángel de Sodoma, Piedra Preciosa, Pelayo González.  También los títulos,  La Juventud de Aurelio Zaldívar, el Laberinto, La Piel...  A su muerte, su albacea literario, el Dr. Antonio Barreras instituyó un premio literario ―nacional  e internacional― que subvencionó de su peculio,  y que durante muchos años se dedicó a destacar la obra de cuentistas merecedores de reconocimientos.  Entre ellos obtuvieron este premio,   Lino Novás Calvo, Félix Pita Rodríguez, Dora Alonso y  Onelio Jorge Cardoso por solo mencionar algunos.  Alfonso Hernández Catá dejó para el caudal de la cultura nacional una buena semilla que germinó en la obra literaria de numerosos autores cubanos.


Fuentes:            -  Carta de Joaquín García Monge director de la revista Repertorio Americano.
-          Estudios y opiniones de notables intelectuales, tanto cubanos como extranjeros -Jorge Mañach, Agustín Acosta, Salvador Bueno, Luis Rodríguez Embil, Rafael Esténger, Luis Amado-Blanco, José María Chacón y Calvo, Wenceslao Fernández Flores, José Garzía Mercadal, Guillermo Frankovich
-          Memoria de Alfonso Hernández-Catá (1953,1954), revista-homenaje fundada por Antonio Barreras.
-          Josefina Ortega Un cuentista de alto vuelo.
-          Archivo Familiar.
-          Publicaciones de la época.
-          Obra de Alfonso Hernández Catá.                                  
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Si deseas escuchar este u otros temas interesantes, puedes sintonizar el espacio “Cambiando de Tema” por las frecuencias de Radio Ciudad de la Habana, en los 8,20 AM o los 94,9 de la FM.
De lunes a viernes desde las 23:30 a las 23: 55,  hora de Cuba.

jueves, 10 de noviembre de 2011

EL MISTERIO DEL MARIE CELESTE


Hay personas que no pueden resistirse a los misterios, entre ellas me incluyo, sí,  porque cada misterio es un reto a la inteligencia y hay retos a los que no puedes renunciar. Entonces indagas, buscas y aprendes mucho,  en ese bregar entre libros serios y especulaciones delirantes de quienes quieren explicar los misterios a cualquier precio; sin embargo lo lees todo, bebes  de la fuente de la historia y las especulaciones hasta que te formas tu historia o tu leyenda, interpretas lo investigado y surgen nuevas y numerosas preguntas que quizás puedas responder o tal vez no, pero por el camino enriqueciste tus conocimientos y alimentaste tu imaginación, eso es invaluable.   El relato de la desaparición del Bergantín Marie Celeste, es uno de esos misterios irresistibles. Este buque, un bergantín de 31 metros de eslora y 282 toneladas de peso. Fue construido en 1861 y bautizado inicialmente con el nombre de Amazon en la Isla Spencer, en Nueva Escocia, Canadá. Algunos pensaban que el navío tenía mala suerte debido a algunas desventuras que lo rondaban, por ejemplo, su primer capitán no alcanzó a dirigir el barco, ya que murió ahogado e igualmente sucedió con  el segundo,  durante el viaje inaugural. Sin embargo, después de su desafortunado comienzo, el bergantín tuvo varios años sin sobresaltos hasta que en 1867 quedó varado en tierra firme debido a una fuerte tormenta, en la bahía de Glace, Nueva Escocia. Fue rescatado y vendido a un estadounidense, quien le realizó modificaciones importantes y lo rebautizó como Marie Celeste en 1869.

Te quiero contar una de las tantísimas versiones que se narran acerca de la desaparición del bergantín Marie Celeste ocurrida en el mes de noviembre de 1872, después de salir del puerto de Nueva York. En este trabajo te acerco a una de las versiones de este hecho, pero antes quiero advertirte que es solo una versión,  una hipótesis en la que se suponen muchas cosas que no han sido comprobadas científicamente.
La tripulación del bergantín Dei Gratia, reunida en cubierta, observó el rumbo errático que llevaba el misterioso barco, al que un tiempo antes había visto emerger como una pequeña mancha blanca en el horizonte grisáceo. El capitán del Dei Gratia, David Reed Morehouse,   advirtió que el barco misterioso era, como el suyo, un bergantín sólidamente aparejado; pero éste sólo mantenía desplegadas dos velas; las otras aparecían hechas jirones o estaban recogidas.  Morenhouse no tardó en averiguar por qué ese barco no navegaba en línea recta y uniforme.  Cuando el Dei Gratia se acercó al barco misterioso, el capitán pudo comprobar que no habla nadie al timón, no aparecía nadie en la cubierta y, en general, no se observaban signos de vida. Morehouse hizo señales, pero nadie contestó desde ese velero fantasmal desconocido. Al acercarse al el barco desconocido,  el capitán del Dei Gratia ordenó que se bajara una lancha y que tres hombres lo abordaran; los tres marineros, cuando se hubieron aproximado al velero, gritaron: «!Ah del barco!... iAh del barco!».  Pero no obtuvieron respuesta.        

En la lancha se desplazaron hasta la popa del velero y leyeron el nombre que allí estaba pintado: Marie Celeste, Nueva York. La última vez que se había visto al Marie Celeste había sido un mes atrás, el 1 de noviembre de 1872, cuando el barco zarpó de Nueva York con rumbo Génova, portando una carga de 1700 barriles de alcohol metílico en bruto. A bordo estaban el capitán, Benjamin Spooner Briggs un severo puritano de 37 años, oriundo de Nueva Inglaterra,    y su primer oficial, Albert Richardson, que comandaban una tripulación compuesta por siete marineros. También viajaban a bordo Sarah, la esposa del capitán, y su pequeña hija de dos años, Sophie.  Briggs, un hombre barbudo, honesto y creyente, hacía su primer viaje en el Marie Celeste; anteriormente habla sido capitán de un barco y luego de una goleta; obtuvo su oportunidad de mandar el Marie Celeste cuando el consorcio dueño del navío le ofreció tener una participación, la tercera parte del velero que anteriormente ostentaba el nombre de The Amazon. El Marie Celeste zarpó del East River de Nueva York y puso proa hacia las Azores, que según el libro de a bordo fueron avistadas el 24 de noviembre. Soplaba una considerable galerna, algo que no era suficientemente serio como para preocupar a un capitán experimentado.


Diez días después de la última anotación que aparecía en el diario de navegación, el bote del Dei Gratia atracó a un costado del Mary Celeste. Los marineros Oliver Deveau y John Wright examinaron el barco, y no encontraron a nadie a bordo. En el camarote del capitán estaba el piano de la señora Briggs,  sobre el instrumento aparecía una partitura abierta.  En los camarotes de la tripulación, la escena era normal; la ropa lavada colgaba de una cuerda, donde la habían puesto a secar, y la ropa seca se apilaba sobre las literas en orden, tal como la hablan dejado. No encontraron el bote salvavidas, el sextante, el cronómetro ni la bitácora. El diario de navegación se encontraba en el cuarto del capitán, pero no señalaba nada relevante. Oliver Deveau y John Wright volvieron a su bergantín e informaron a Morehouse de sus descubrimientos. El capitán sugirió que tal vez el Marie Celeste hubiera sido abandonado por su tripulación durante una tormenta. Pero Deveau preguntó ¿Por qué, entonces, la botella con jarabe para la tos permaneció abierta sobre la mesa sin derramarse? ¿Y cómo no se rompieron los platos y los adornos encontrados en el camarote del capitán? Un motín, sugirió Morehouse; pero en el Marie Celeste no se encontraron indicios de que se hubiera producido una lucha; y además ¿no era improbable que los amotinados abandonaran el barco junto con sus víctimas? Quizá el barco había comenzado a hacer agua, Deveau admitió que en la bodega el agua subía casi a un metro y que en la cubierta yacía abandonada la vara de sondeo.

Después del encuentro con el bergantín abandonado, el capitán del Dei Gratia,  sólo podía utilizar a tres de sus siete tripulantes para conducir a  puerto al Marie Celeste. Eligió para esa tarea a Oliver Deveau y a los marineros Augustus Anderson y Charles Lund. En lo que constituye una proeza de habilidad náutica, los tres hombres consiguieron conducir al Mary Celeste, a lo largo de mil 100 kilómetros. Al llegar, las autoridades británicas de Gibraltar se hicieron cargo del Marie Celeste y ordenaron una investigación. Morenhouse, Deveau y sus hombres fueron sometidos a largos interrogatorios. La investigación comprobó que nueve barriles de alcohol estaban vacíos y que otro estaba abierto: ¿no se habría sublevado la tripulación mediante una borrachera? Deveau explicó pacientemente a la comisión  investigadora que bajo las cubiertas,  el barco estaba en perfecto orden. Pero el problema que más desconcertó a los investigadores lo constituyó el no encontrar respuestas convincentes para estas preguntas: ¿Cómo pudo el Marie Celeste mantener el rumbo, sin tripulación, durante diez días, a lo largo de 926 kilómetros?  Cuando el Dei Gratia se emparejó con el misterioso velero, Morenhouse navegaba rumbo a Gibraltar; el Marie Celeste estaba rumbo a estribor. Según la comisión, resultaba inconcebible que el Marie Celeste hubiera navegado un trayecto tan largo con el velamen tal corno lo encontró Morenhouse. Las autoridades de Gibraltar estaban seguras de que el bote salvavidas del Mary Celeste aparecería pronto, para dar respuesta a todas las preguntas. 

Cuarenta años después del hallazgo del Marie Celeste, en 1913, Howard Linford, director de un colegio de Hampsted, Londres, dio a conocer un manuscrito sorprendente que un antiguo empleado del colegio le había dejado en herencia. El empleado se llamaba Abel Fosdyk y en su juventud había realizado numerosos viajes en el Marie Celeste. En el documento que en su lecho de muerte entregó al director del colegio, revelaba que, aunque no quedó registrado oficialmente entre los pasajeros, había sido uno de los hombres que viajó en el Marie Celeste, de cuya tragedia era el único sobreviviente. En el manuscrito de dice que durante el viaje el capitán Briggs encontró a su pequeña hija jugando cerca del bauprés. Como no era muy seguro pidió al carpintero del barco que le hiciera una plataforma y ese era el origen de las misteriosas marcas que, ciertamente, fueron observadas en el Mary Celeste. Mas tarde debido a una discusión sobre la capacidad humana para nadar en el mar con ropa, el excéntrico capitán, en el calor de la discusión, saltó del barco al agua para probar su teoría. La pequeña tripulación se arrimó a la plataforma de la nena para una mejor visión del capitán, cuando la misma no soportó su peso y se cayeron al océano donde fueron devorados por los tiburones. Esta historia deja muchos lugares oscuros y es ciertamente increíble.

Te preguntarás ¿qué destino tuvo el Marie Celeste luego de su llegada a Gibraltar y de concluir la investigación? Cuando el tribunal de la comisión investigadora de Gibraltar dio por finalizada su labor, el Marie Celeste volvió a estar disponible pero los marineros se negaban a trabajar en ese barco,  creían que era un barco maldito. No obstante, la nave recuperada fue utilizada durante doce años por distintos propietarios. En enero de mil 885 el bergantín Marie Celeste fue cargado en exceso con chatarra, incluyendo botas y comida para gatos, por su capitán, quién intentó hundirlo para reclamar la póliza del seguro. Un día claro y con la mar en calma, el capitán puso proa hacia un arrecife de coral, donde el barco se hizo pedazos.  El intento de fraude fue descubierto y el capitán y los empresarios tuvieron que comparecer ante un tribunal. El plan no funcionó y una investigación por parte de la aseguradora reveló el fraude. Mientras tanto, el viejo casco de madera del Mary Celeste se pudría, invisible, en un remoto arrecife caribeño.

Pronto la tragedia del Marie Celeste halló eco en la literatura, el  novelista inglés Sir Arthur Conan Doyle escribió una historia de ficción sobre el asunto, la historia,  que levantó gran revuelo en su día, fue  juzgada como verídica por algunos periódicos. En la actualidad aún se sigue buscando una explicación para lo ocurrido. La teoría que los jueces declararon oficial, supone que, debido,  quizá a una fuga de gases del alcohol que se transportaba, el capitán pensó que una explosión o envenenamiento general iban a tener lugar, dando la orden de desalojar el barco inmediatamente.

Hay alguna otra teoría acerca de la tragedia del Marie Celeste, como la que sugiere que la tripulación se emborrachó con parte de la mercancía a bordo y que, enfurecidos, mataron al capitán Briggs, a su mujer y a su pequeña hija, para después huir en el bote salvavidas. Sin embargo esto resulta difícil de creer, ya que el consumo del alcohol metílico que portaban es mortal. Además, no se encontraron rastros de un posible motín, aparte de unas manchas rojas en cubierta, que más tarde se comprobaría que no era más que óxido. Otras versiones afirman que sí podía tratarse de sangre, pero posiblemente procedente del pescado que se usaba para cocinar. Algunas  explicaciones son quiméricas, como la que sostiene que toda la tripulación pereció por la acción de alguna monstruosa criatura marina, quizá un calamar gigante, o una criatura mítica como un kraken, o la que cuenta que una banda de piratas capturó pacíficamente a todos los tripulantes. Lo único sabido es que el capitán Briggs, su mujer, su hija Sofía de dos años y los siete marinos restantes, desaparecieron sin dejar rastro en la inmensidad del océano.

El 9 de agosto de dos mil uno, una expedición encabezada por un representante de la Agencia Nacional Marina y Submarina inglesa  y el productor canadiense John Davis anunciaron que habían hallado los restos del Mary Celeste en la costa de Gonaïves, Haití. El arqueólogo James P. Delgado confirmó la identificación de  los restos como los del Marie Celeste.

Fuentes:   Fletcher y Basett. Legens and Superstitions of the sea"
De Agostini, S.A. Navíos & Veleros.
Enciclopedia General del Mar " Ediciones Garriga.
Nigel Blundell Grandes Enigmas.
Diccionario Insólito.
Grandes Aventuras del Hombre