jueves, 10 de noviembre de 2011

EL MISTERIO DEL MARIE CELESTE


Hay personas que no pueden resistirse a los misterios, entre ellas me incluyo, sí,  porque cada misterio es un reto a la inteligencia y hay retos a los que no puedes renunciar. Entonces indagas, buscas y aprendes mucho,  en ese bregar entre libros serios y especulaciones delirantes de quienes quieren explicar los misterios a cualquier precio; sin embargo lo lees todo, bebes  de la fuente de la historia y las especulaciones hasta que te formas tu historia o tu leyenda, interpretas lo investigado y surgen nuevas y numerosas preguntas que quizás puedas responder o tal vez no, pero por el camino enriqueciste tus conocimientos y alimentaste tu imaginación, eso es invaluable.   El relato de la desaparición del Bergantín Marie Celeste, es uno de esos misterios irresistibles. Este buque, un bergantín de 31 metros de eslora y 282 toneladas de peso. Fue construido en 1861 y bautizado inicialmente con el nombre de Amazon en la Isla Spencer, en Nueva Escocia, Canadá. Algunos pensaban que el navío tenía mala suerte debido a algunas desventuras que lo rondaban, por ejemplo, su primer capitán no alcanzó a dirigir el barco, ya que murió ahogado e igualmente sucedió con  el segundo,  durante el viaje inaugural. Sin embargo, después de su desafortunado comienzo, el bergantín tuvo varios años sin sobresaltos hasta que en 1867 quedó varado en tierra firme debido a una fuerte tormenta, en la bahía de Glace, Nueva Escocia. Fue rescatado y vendido a un estadounidense, quien le realizó modificaciones importantes y lo rebautizó como Marie Celeste en 1869.

Te quiero contar una de las tantísimas versiones que se narran acerca de la desaparición del bergantín Marie Celeste ocurrida en el mes de noviembre de 1872, después de salir del puerto de Nueva York. En este trabajo te acerco a una de las versiones de este hecho, pero antes quiero advertirte que es solo una versión,  una hipótesis en la que se suponen muchas cosas que no han sido comprobadas científicamente.
La tripulación del bergantín Dei Gratia, reunida en cubierta, observó el rumbo errático que llevaba el misterioso barco, al que un tiempo antes había visto emerger como una pequeña mancha blanca en el horizonte grisáceo. El capitán del Dei Gratia, David Reed Morehouse,   advirtió que el barco misterioso era, como el suyo, un bergantín sólidamente aparejado; pero éste sólo mantenía desplegadas dos velas; las otras aparecían hechas jirones o estaban recogidas.  Morenhouse no tardó en averiguar por qué ese barco no navegaba en línea recta y uniforme.  Cuando el Dei Gratia se acercó al barco misterioso, el capitán pudo comprobar que no habla nadie al timón, no aparecía nadie en la cubierta y, en general, no se observaban signos de vida. Morehouse hizo señales, pero nadie contestó desde ese velero fantasmal desconocido. Al acercarse al el barco desconocido,  el capitán del Dei Gratia ordenó que se bajara una lancha y que tres hombres lo abordaran; los tres marineros, cuando se hubieron aproximado al velero, gritaron: «!Ah del barco!... iAh del barco!».  Pero no obtuvieron respuesta.        

En la lancha se desplazaron hasta la popa del velero y leyeron el nombre que allí estaba pintado: Marie Celeste, Nueva York. La última vez que se había visto al Marie Celeste había sido un mes atrás, el 1 de noviembre de 1872, cuando el barco zarpó de Nueva York con rumbo Génova, portando una carga de 1700 barriles de alcohol metílico en bruto. A bordo estaban el capitán, Benjamin Spooner Briggs un severo puritano de 37 años, oriundo de Nueva Inglaterra,    y su primer oficial, Albert Richardson, que comandaban una tripulación compuesta por siete marineros. También viajaban a bordo Sarah, la esposa del capitán, y su pequeña hija de dos años, Sophie.  Briggs, un hombre barbudo, honesto y creyente, hacía su primer viaje en el Marie Celeste; anteriormente habla sido capitán de un barco y luego de una goleta; obtuvo su oportunidad de mandar el Marie Celeste cuando el consorcio dueño del navío le ofreció tener una participación, la tercera parte del velero que anteriormente ostentaba el nombre de The Amazon. El Marie Celeste zarpó del East River de Nueva York y puso proa hacia las Azores, que según el libro de a bordo fueron avistadas el 24 de noviembre. Soplaba una considerable galerna, algo que no era suficientemente serio como para preocupar a un capitán experimentado.


Diez días después de la última anotación que aparecía en el diario de navegación, el bote del Dei Gratia atracó a un costado del Mary Celeste. Los marineros Oliver Deveau y John Wright examinaron el barco, y no encontraron a nadie a bordo. En el camarote del capitán estaba el piano de la señora Briggs,  sobre el instrumento aparecía una partitura abierta.  En los camarotes de la tripulación, la escena era normal; la ropa lavada colgaba de una cuerda, donde la habían puesto a secar, y la ropa seca se apilaba sobre las literas en orden, tal como la hablan dejado. No encontraron el bote salvavidas, el sextante, el cronómetro ni la bitácora. El diario de navegación se encontraba en el cuarto del capitán, pero no señalaba nada relevante. Oliver Deveau y John Wright volvieron a su bergantín e informaron a Morehouse de sus descubrimientos. El capitán sugirió que tal vez el Marie Celeste hubiera sido abandonado por su tripulación durante una tormenta. Pero Deveau preguntó ¿Por qué, entonces, la botella con jarabe para la tos permaneció abierta sobre la mesa sin derramarse? ¿Y cómo no se rompieron los platos y los adornos encontrados en el camarote del capitán? Un motín, sugirió Morehouse; pero en el Marie Celeste no se encontraron indicios de que se hubiera producido una lucha; y además ¿no era improbable que los amotinados abandonaran el barco junto con sus víctimas? Quizá el barco había comenzado a hacer agua, Deveau admitió que en la bodega el agua subía casi a un metro y que en la cubierta yacía abandonada la vara de sondeo.

Después del encuentro con el bergantín abandonado, el capitán del Dei Gratia,  sólo podía utilizar a tres de sus siete tripulantes para conducir a  puerto al Marie Celeste. Eligió para esa tarea a Oliver Deveau y a los marineros Augustus Anderson y Charles Lund. En lo que constituye una proeza de habilidad náutica, los tres hombres consiguieron conducir al Mary Celeste, a lo largo de mil 100 kilómetros. Al llegar, las autoridades británicas de Gibraltar se hicieron cargo del Marie Celeste y ordenaron una investigación. Morenhouse, Deveau y sus hombres fueron sometidos a largos interrogatorios. La investigación comprobó que nueve barriles de alcohol estaban vacíos y que otro estaba abierto: ¿no se habría sublevado la tripulación mediante una borrachera? Deveau explicó pacientemente a la comisión  investigadora que bajo las cubiertas,  el barco estaba en perfecto orden. Pero el problema que más desconcertó a los investigadores lo constituyó el no encontrar respuestas convincentes para estas preguntas: ¿Cómo pudo el Marie Celeste mantener el rumbo, sin tripulación, durante diez días, a lo largo de 926 kilómetros?  Cuando el Dei Gratia se emparejó con el misterioso velero, Morenhouse navegaba rumbo a Gibraltar; el Marie Celeste estaba rumbo a estribor. Según la comisión, resultaba inconcebible que el Marie Celeste hubiera navegado un trayecto tan largo con el velamen tal corno lo encontró Morenhouse. Las autoridades de Gibraltar estaban seguras de que el bote salvavidas del Mary Celeste aparecería pronto, para dar respuesta a todas las preguntas. 

Cuarenta años después del hallazgo del Marie Celeste, en 1913, Howard Linford, director de un colegio de Hampsted, Londres, dio a conocer un manuscrito sorprendente que un antiguo empleado del colegio le había dejado en herencia. El empleado se llamaba Abel Fosdyk y en su juventud había realizado numerosos viajes en el Marie Celeste. En el documento que en su lecho de muerte entregó al director del colegio, revelaba que, aunque no quedó registrado oficialmente entre los pasajeros, había sido uno de los hombres que viajó en el Marie Celeste, de cuya tragedia era el único sobreviviente. En el manuscrito de dice que durante el viaje el capitán Briggs encontró a su pequeña hija jugando cerca del bauprés. Como no era muy seguro pidió al carpintero del barco que le hiciera una plataforma y ese era el origen de las misteriosas marcas que, ciertamente, fueron observadas en el Mary Celeste. Mas tarde debido a una discusión sobre la capacidad humana para nadar en el mar con ropa, el excéntrico capitán, en el calor de la discusión, saltó del barco al agua para probar su teoría. La pequeña tripulación se arrimó a la plataforma de la nena para una mejor visión del capitán, cuando la misma no soportó su peso y se cayeron al océano donde fueron devorados por los tiburones. Esta historia deja muchos lugares oscuros y es ciertamente increíble.

Te preguntarás ¿qué destino tuvo el Marie Celeste luego de su llegada a Gibraltar y de concluir la investigación? Cuando el tribunal de la comisión investigadora de Gibraltar dio por finalizada su labor, el Marie Celeste volvió a estar disponible pero los marineros se negaban a trabajar en ese barco,  creían que era un barco maldito. No obstante, la nave recuperada fue utilizada durante doce años por distintos propietarios. En enero de mil 885 el bergantín Marie Celeste fue cargado en exceso con chatarra, incluyendo botas y comida para gatos, por su capitán, quién intentó hundirlo para reclamar la póliza del seguro. Un día claro y con la mar en calma, el capitán puso proa hacia un arrecife de coral, donde el barco se hizo pedazos.  El intento de fraude fue descubierto y el capitán y los empresarios tuvieron que comparecer ante un tribunal. El plan no funcionó y una investigación por parte de la aseguradora reveló el fraude. Mientras tanto, el viejo casco de madera del Mary Celeste se pudría, invisible, en un remoto arrecife caribeño.

Pronto la tragedia del Marie Celeste halló eco en la literatura, el  novelista inglés Sir Arthur Conan Doyle escribió una historia de ficción sobre el asunto, la historia,  que levantó gran revuelo en su día, fue  juzgada como verídica por algunos periódicos. En la actualidad aún se sigue buscando una explicación para lo ocurrido. La teoría que los jueces declararon oficial, supone que, debido,  quizá a una fuga de gases del alcohol que se transportaba, el capitán pensó que una explosión o envenenamiento general iban a tener lugar, dando la orden de desalojar el barco inmediatamente.

Hay alguna otra teoría acerca de la tragedia del Marie Celeste, como la que sugiere que la tripulación se emborrachó con parte de la mercancía a bordo y que, enfurecidos, mataron al capitán Briggs, a su mujer y a su pequeña hija, para después huir en el bote salvavidas. Sin embargo esto resulta difícil de creer, ya que el consumo del alcohol metílico que portaban es mortal. Además, no se encontraron rastros de un posible motín, aparte de unas manchas rojas en cubierta, que más tarde se comprobaría que no era más que óxido. Otras versiones afirman que sí podía tratarse de sangre, pero posiblemente procedente del pescado que se usaba para cocinar. Algunas  explicaciones son quiméricas, como la que sostiene que toda la tripulación pereció por la acción de alguna monstruosa criatura marina, quizá un calamar gigante, o una criatura mítica como un kraken, o la que cuenta que una banda de piratas capturó pacíficamente a todos los tripulantes. Lo único sabido es que el capitán Briggs, su mujer, su hija Sofía de dos años y los siete marinos restantes, desaparecieron sin dejar rastro en la inmensidad del océano.

El 9 de agosto de dos mil uno, una expedición encabezada por un representante de la Agencia Nacional Marina y Submarina inglesa  y el productor canadiense John Davis anunciaron que habían hallado los restos del Mary Celeste en la costa de Gonaïves, Haití. El arqueólogo James P. Delgado confirmó la identificación de  los restos como los del Marie Celeste.

Fuentes:   Fletcher y Basett. Legens and Superstitions of the sea"
De Agostini, S.A. Navíos & Veleros.
Enciclopedia General del Mar " Ediciones Garriga.
Nigel Blundell Grandes Enigmas.
Diccionario Insólito.
Grandes Aventuras del Hombre